Callejero de Ronda. Plaza de Abastos de Ronda
El edificio de la Plaza de Abastos Municipal de Ronda fue construido en el primer tercio del siglo XX sobre el farallón rocoso que se encuentra por detrás del antiguo Ayuntamiento en la Plaza de España. En aquella época Ronda vivía de espaldas al Tajo, que lejos de considerarse como un paisaje de interés era solamente un precipicio muy peligroso al que nadie debía de acercarse. Los muros de este imponente edificio avanzaban por su parte posterior hasta el mismo filo del barranco. En la parte sur, más próxima al Puente se encontraba otra propiedad que durante años sería usada como cine de verano. Luego seria adquirida por el Ayuntamiento para ampliar la Casa Consistorial y con la intención de instalar allí la estación terminal de un funicular que nunca llegó a materializarse.
La Plaza de Abastos era el último grito en modernidad. En una época donde no existían frigoríficos de ninguna clase, su función principal era la de garantizar por parte del Ayuntamiento la higiene de los productos frescos que se vendían al pueblo de Ronda. Esto se conseguía separando por un lado la compra en los almacenes mayoristas de la venta por parte de los puestos minoristas. En el anterior mercado de Santo Domingo todo estaba junto y era mucho más difícil de controlar. Aquí, al centrar las inspecciones de sanidad en la primera fase del proceso comercial se conseguía que los productos en mal estado ni siquiera llegaran a ponerse a la venta al público. Estos productos frescos que debían de entrar y salir en el mismo día se controlaban mucho mejor todos juntos en el Mercado en vez de estar esparcidos en tiendas por toda Ronda. Estas tareas de sanidad tenían la ayuda previa de los “fielatos”, puestos situados en todos los caminos de entrada a Ronda donde además de cobrar los impuestos al consumo se aseguraban de que las mercancías que no estuvieran en buenas condiciones ni siquiera pudieran entrar en la ciudad.
El mercado de abastos se estructuraba en dos plantas. La planta sótano coincide con el garaje del Parador de Turismo y tenía su entrada justo por el mismo sitio que lo tiene este, por la calle que da al actual paseo de Blas Infante. Allí se encontraban los almacenes de los mayoristas de frutas y verduras. Su función era recepcionar las mercancías que traían los hortelanos desde los campos de los alrededores de Ronda. Una vez depositadas estas en una de las diferentes cuarteladas, quedaban a la espera de su venta a los minoristas de arriba. Al día siguiente se pagaba al agricultor el precio obtenido en la venta, menos una comisión que se quedaba el almacenista. Durante años, uno de los almacenes mayoristas, conocido como “Puesto Regulador” fue gestionado directamente por el Ayuntamiento. Su función era limitar los precios mínimos o máximos de determinados productos en determinadas épocas para racionalizar los precios. Con el paso de los años, otros almacenes de verduras se encontraban en los alrededores del mercado en locales particulares fuera de este para no atender a estas limitaciones. Originalmente en el sótano se encontraba también la vivienda para la familia del conserje de la Plaza, que durante años fue D. Andrés Ortega.
El suministro de las mercancías a la zona de mayoristas de la Plaza se efectuaba a través de una estrecha calle sin asfaltar junto al Teatro Espinel. Se puede ver actualmente su trazado por detrás de la terraza del Restaurante Jerez y de la Oficina de Turismo. Allí se encontraban también diferentes instalaciones de la empresa Sevillana de Electricidad. Era una zona industrial por detrás del Teatro sin salida por otro sitio. En esa época todos los hortelanos traían sus productos en caballerías -caballos, mulos, burros- y este espacio era más o menos adecuado. Pero conforme empezaron a aparecer las furgonetas y los camiones, por pequeños que fueran, la entrada era insuficiente y tortuosa.
En un principio los desperdicios se arrojaban directamente a las cornisas del Tajo por unos ventanucos construidos a tal efecto. En aquella época no había plásticos y todo era biodegradable, pero esto es una muestra más de que Ronda vivía de espaldas al Tajo. Posteriormente ya se recogerían de forma coordinada por el Ayuntamiento y eran subastados por semanas entre los agricultores para fertilizar los campos.
La planta principal del mercado se encontraba a la altura de la Plaza de España. Tenía dos entradas en la galería de arcos que había bajo el Ayuntamiento. La entrada principal correspondía exactamente con la actual entrada del Parador de Turismo. Desde allí se accedía a un patio de luces donde se encontraban los aseos. A partir de allí había varias puertas de hierro por las que entrar al imponente edificio de la Plaza de Abastos. Era un espacio de gran altura cubierto por una estructura de celosía metálica con tragaluces. Había ventanales verticales en la parte posterior, pero no se podía ver el paisaje desde el suelo. Un gran rótulo decía “Si está caro no lo compre, ya bajará.”.
Esta planta estaba dedicada a los vendedores detallistas o “revendones” que atendían directamente al público. Al fondo se encontraba una losa de mármol dedicada a la pescadería. Los pescaderos tenían que acudir cada noche a la Estación de Ronda donde llegaba un tren “pescadero” desde Algeciras en el que tenían que comprar su mercancía para venderla al día siguiente. En los laterales de la Plaza de Abastos se encontraban dos hileras de puestos dedicados a carnicería. Muchos de ellos estaban delimitados por mostradores y cristaleras y se podían cerrar para conservar mejor su género. A partir de los años 50 empezaron a aparecer los frigoríficos, pero antes toda la carne debía de ser suministrada a diario desde el Matadero Municipal y las industrias de la Serranía.
En la parte central de la Plaza de Abastos se encontraba la zona más amplia, dedicada a la venta al por menor de frutas y verduras. Se estructuraba en varias calles longitudinales formadas por largas losas de mármol a modo de mostradores. No había separación física entre los puestos, y los vendedores estaban de espaldas a los otros en la calle paralela. Cada uno alquilaba más o menos metros y pagaba cada día las tasas municipales al conserje de la Plaza. El traspaso de los puestos se negociaba directamente entre los vendedores, y los que se encontraban en posiciones más buenas podían alcanzar precios elevados.
Cada mañana los vendedores debían bajar a la planta sótano a los almacenes de mayoristas para comprar su género y subirlo todo a través de unas anchas escaleras situadas en uno de los pasillos. No había ningún tipo de montacargas o elevador para ayudar en esta tarea. La mayoría de productos se envasaban en sacos, espuertas o cajas de madera reutilizables una y otra vez. Existían en los extremos de cada hilera de puestos unas piletas para lavar las verduras y darles un aspecto más atractivo para el público. El pesaje de los productos se hacía con rudimentarias balanzas romanas o en el mejor de los casos con balanzas de platillos y pesas. Si alguien no estaba de acuerdo con algún pesaje de los productos que estaba comprando, podía acudir a la oficina del conserje donde se encontraba el “repeso”, esto era una báscula mecánica más fiable en la que zanjar la discusión.
Los agricultores tenían que entregar sus productos a los mayoristas para su venta. Pero si alguno tenía relación directa con alguno de los vendedores detallistas intentaban saltarse el intermediario. También había polémicas cuando en una familia había tanto mayoristas como minoristas y aparecían los inevitables tratos de favor.
Los productos que se vendían en la Plaza de Abastos eran principalmente de kilómetro cero y de temporada, lo que garantizaba su calidad. Pero conforme la situación económica fue avanzando a lo largo del siglo XX se fueron echando en falta otros productos que no se podían conseguir en Ronda. Entonces fue cuando los mayoristas empezaron a disponer de camiones para ir a comprar a mercados más grandes en Málaga o Algeciras. Un producto exótico que no se vendía en las fruterías eran los plátanos. Había un puesto específico dedicado exclusivamente a la venta de Plátanos de Canarias regentado por “Pedro el de los plátanos”. Otros puestos que había en la Plaza de Abastos vendían especias y aderezos, salazones y bacalao, aceitunas y encurtidos, material de esparto, tiestos y tinajas, libros y material fungible, alquiler de novelas, etc. Había puestos que vendían ultramarinos, pero la variedad era más limitada que en otras tiendas de fuera de la Plaza. También se encontraban uno o varios puestos dedicados a cafetería. La farmacia de la Plaza de España se encontraba justo a la entrada del mercado.
La afluencia de público a la Plaza de Abastos era inmensa. Concentraba a toda la población de Ronda y de los pueblos de la Serranía que venían a comprar y a vender. Alrededor de la entrada del mercado en la Plaza de España se podían ver gran cantidad de oferentes de servicios adicionales como recadistas, viajantes de comercio, loteros, limpiabotas, vendedores de sandías y melones, etc. Durante las épocas de mayor demanda el Ayuntamiento también alquilaba espacios en el patio de entrada, lo que provocaba aún más aglomeraciones.
En la década de los 70 el Ayuntamiento de Ronda, cada vez más consciente de la importancia turística de la ciudad, encargó un plan de urbanismo al arquitecto Francisco Pons Sorolla. Entre otras muchas actuaciones se planeó abrir la cornisa del Tajo y construir los jardines de Blas Infante. Esto supuso la expropiación y derribo del Teatro Espinel, el desmantelamiento de las instalaciones de Sevillana y el cierre de la Plaza de Abastos para dedicar sus terrenos a un futuro uso hotelero. El Ayuntamiento también fue trasladado a su nueva ubicación en La Ciudad. Siguiendo este plan, el mercado de mayoristas se trasladó en 1974 a sus nuevas instalaciones en el barrio de las Casitas de Hierro. Ya quedaba solucionado el problema de la entrada de camiones. Los puestos detallistas de la planta superior se fueron trasladando poco a poco a la nueva galería comercial de la Plaza de Carmen Abela o a la nueva plaza de Abastos de San Cristóbal que abrió en 1981 y tiene unas dimensiones ridículas comparadas con su antecesora.
Los avances en sanidad de las últimas décadas ya no hacían imprescindible la concentración de productos frescos en un mercado. Ya había en Ronda muchas tiendas de todas clases. Además de los tradicionales ultramarinos, ya existían fruterías, carnicerías o pescaderías en las diferentes barriadas. Dentro de poco llegarían los primeros supermercados.
El edificio de la Plaza de Abastos junto con el Ayuntamiento quedaron abandonados durante toda la década de 1980 y pasaron varios años hasta que se concretó la construcción del Parador de Turismo. Fue derribado íntegramente respetando solamente la fachada de la Plaza de España, sin la torre ni el barómetro. El Parador abrió en el año 1994.
El Mercadillo
Centro de Ronda